jueves, 29 de octubre de 2009

Racismo canino

Cuando le contamos a alguien como gran novedad que ahora tenemos un perro, enseguida viene la pregunta:
-¿Y de qué raza es?
Y uno como un tarado dice de tal o de cual, o suele hacer el viejo chiste "pp, puro perro" y espera ver la sonrisa del otro, o decir con cierta vergüenza: "mestizo nomás".
Estamos sublimando los restos del racismo humano con los perros. ¿Cuál es la importancia de la raza de un perro? ¿Qué es importante de un perro? Me dirán que a través de esa pregunta nuestro interlocutor sabe de su aspecto, de su tamaño y hasta de su carácter. ¿Y? ¿para qué querrá saberlo? Si el perro es mío. Salvo que quiera saber si gasté algún dinero (mi situación económica), de mis preferencias estéticas, si tengo ovejas o soy policía, y de allí pueda sacar alguna conclusión sobre mí. No sé, se me ocurre que luego deja de ser mi amigo, o deja de visitarme. Otra razón que defienden los que quieren saber de razas de perros es conocer si mi perro será feroz. Dicen que hay razas más feroces que otras (rotwaillers, dogos argentinos, dobermans). Pero eso es como pensar que las razas humanas son más aptas para algunas cosas que para otras. Que los orientales son mejores para meditar o los negros para los deportes. Como si todo eso no dependiera de la cultura y no de un carácter biológico. Es decir, mi perro será feroz de acuerdo a cómo lo crie y no por su raza. ¿O nunca fue tarasqueado por un cuzco?
El único motivo por el cual alguien puede interesarse por la raza de mi perro es por un residuo segregacionista en su cabeza. Aunque a ese alguien nunca se le hubiera ocurrido. He dicho.