Hace unos días me asaltó la idea de
que cuando somos jóvenes nuestro cuerpo es flexible y nuestros pensamientos son
más rígidos, estructurados, mientras que en la adultez nuestro cuerpo pierde la
flexibilidad que ganan las ideas. Más tarde, claro, no queda mucho margen y
tanto nuestro cuerpo como nuestras ideas se entumecen preparándose para
desaparecer. Todo ese proceso está atravesado por el miedo. Cuando somos
jóvenes tenemos una libertad corporal a la que el pensamiento teme. Ya adultos,
nos atrevemos a pensar con mayor apertura, pero nos atemoriza el cuerpo.
Al final de nuestras vidas, el cuerpo y los pensamientos son ganados por
el miedo a la muerte. ¿Será solo el miedo el que determina la calidad de
nuestros pensamientos? Seguro que no. Pero el temor no deja de ser un elemento
de dominación. Para qué nos atemorizan sino para que nuestro pensamientos
escapen a toda posibilidad de otras alternativas, minando la creatividad, el
aprendizaje ¿Para qué avanzar? si pronto estaremos afectados por la amenaza.