-No creo en la casualidad, creo en la causalidad -te largan esos que insinuan tener un saber secreto. Creo que entretiene el juego de palabras: CASUA, CAUSA, es como decir: conozco la diferencia entre Baya y Cafia. El problema de algunos CAUSalistas es que no se guardan un pedacito para las cosas que suceden por azar: sorpresas, imprevistos imposibles (quién iba a pensar que...). Es como que para alguno de ellos todo está estipulado, ya en el plan de Dios (imaginen ese planificador), ya en un cúmulo de decisiones tomadas por la persona que ostenta un destino digno de mostrar. Entonces, todo lo que le sucede, le sucede al causalista porque lo dispone alguien ajeno a él (una energía, la borra del café, la cofradía de la luz solar), el que lleva el registro el libro de su vida o porque él mismo (arquitecto de su propio destino al fin) lo ha dispuesto y las piezas se movieron a su antojo. Que me perdonen, pero yo creo en las dos cosas, en lo causal y en lo casual: el juego del azar, la rueda de la fortuna, circunstancias que sin mediar la voluntad de nadie en especial, para bien o para mal, se dan. Es claro que de eso no se puede hacer una religión, ni una forma de vida (mi agente de loterías lo sabe). Y voy a dar una ejemplo, nada enseña como los ejemplos. Hablando de este tema, me comenta una amiga que una tarde en la que no tenía nada mejor que hacer, se sentó a su computadora a leer un cuento que le envió un amigo de ella. El cuento hablaba de un personaje que había comprado un nicho en el cementerio de su ciudad y como tenía dudas acerca del estado en que se encontraba, fue al cementerio para cerciorarse de que todo estuviera bien. Unos empleados lo ayudan a sacar la lápida y en ese momento ingresa un cortejo fúnebre y presencian la sepultura de un difunto en un nicho vecino. Es decir, el cuento, sin relatar hechos extraordinarios, habla del delgado hilo de la vida. Roza con desapego esos temas que no tienen solución, nos cuesta pensarnos muertos, pensarnos nada, no me digan. Mi amiga estaba muy concentrada, leyendo tranquila en su computadora, cuando suena el teléfono. Una voz muy amable le habla desde un cementerio privado para ofrecerle una parcela. Mi amiga se asusta e insulta a la pobre promotora diciéndole que no es momento de llamar y menos para lo que llama. ¿Qué les parece? Al contármleo, solo se me ocurrió decirle que lo sucedido no era más que una rara coincidencia. Y ella me largó la fatídica frase: no creo en la casualidad, creo en la causalidad. Todavía me pregunto a dónde la llevará esa creencia y como es obvio, igual seguimos siendo amigos.
Hola, Viento, si te gusta Carlin ya sos mi idolo. Porfa mandame las palabras de Murakami para mi blog " ¿ por que escribimos?"! , me dejaste con la intriga y de japoneses solo conozco al sushi . beso Ana
ResponderEliminarUh, me prestaron ese libro y ya lo devolví. Debería haber escaneado esa parte. Qué pena. A mi me gusta mucho tu blog. Mirá cuándo leo el comentario! Me cuesta rebobinar tres meses atrás.
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