domingo, 18 de enero de 2009

Degustadores

Otra cosa que me tiene repodrido son los “los charlatanes del vino”. Yo creo que habría que repensar la división de clases y en lugar de alta, media y baja, hoy deberíamos hablar de burgueses, aspirantes a serlo y marginados. Los que hacen del vino una delectación tipo “soy un sibarita sin remedio” deberían estar incluidos en la clase de los aspirantes a burgueses. Mi división de clases no reconoce ideologías. La antigua izquierda también ha quedado atrapada de la cultura “gourmet” y ahora, el amigo que te habla un rato largo de las injusticias sociales, enseguida te pregunta: ¿Probaste el tempranillo? Hombre, deberías fijarte que detrás de todo eso hay un flor de negocio y que los placeres de la vida, los más lindos, no tienen precio, son personales instantes de felicidad por los que en general no se paga. Si hasta Mastergarcard se dio cuenta (solo que antes tenés que ponerte con los accesorios que le dan el marco a lo que no tiene precio). Un ejemplo de lo que digo (y ya me voy al carajo) es el fútbol, si uno sacara la parafernalia que lo rodea (periodistas, aguantadores, dirigentes, intermediarios) y se quedara con el placer de alcanzarle de un patadón la pelota a los pibes que están jugando en el campito, muchas cosas cambiarían. La delectación de vinos es una pasión burguesa. Alguien me dijo hace unos días: Al menos hemos vuelto a tomarlo. Hombre, desde que tenía seis años tomo vino con las comidas, mamá me servía el ancho de un dedo de tinto de una botella de litro y lo completaba con soda, ¡Mama!, exquisita e irrepetible agua sucia, gracias. Ahora tomo blanco con hielo y soda de sodero (la que no tiene el insípido gusto del agua mineral con gas) acompañando cualquier tipo de comida, si es seco mejor, pero ni me preguntes de qué bodega ni la variedad, tampoco si al final de tomarlo siento el gusto a las piedras que rodean el paisaje de las vides porque no me sale: el placer está en compartir una cena con seres queridos y reírnos hasta llorar, lo demás es un costoso cuento chino que seguro no mejora tu esencia.

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